NACÍ PARA DAR Y PARA SERVIR, NACÍ PARA BENDECIR.

Soy apasionado por la gastronomía, por los sabores y las texturas, por esto he recorrido el mundo en búsqueda de platos únicos y auténticos que alimenten el alma, en esta aventura llegué a Colombia, me enamoré de sus tierras, sus paisajes y por esto me quedé aquí.

Nací en Puebla, pueblito mexicano que llevo en mi corazón, de paisajes inolvidables y grandes montañas nevadas, con su clima templado, sus calles coloniales, los balcones con flores, llenas de colores, sabores y olores, que te hacen feliz; Si soy un poblano bien mexicano y allí me críe feliz, recuerdo mi infancia con nostalgia, pues vengo de una familia grande, cálida y amorosa que al llegar a casa siempre te abraza.

Con mis 7 hermanas, Guadalupe, Carmen, Rosa, Silvia, Lourdes, Alfonsina y Magdalena, solía bailar, pues ellas creían que un Benítez no podría andar, sin saber usar sus piernas al son de un compás, practicamos largas horas hasta llevar en las venas la danza de mi ciudad.

Con ellas también descubrí el amor, amor por la cocina, una de las tantas bendiciones que Dios nos dio, me enseñaron a moler maíz, a cocinar pozole para compartir, a moler los chiles en los molcajetes y a darle sabor a nuestros encuentros familiares donde llegaban las tías, primos y uno que otro invitado al que siempre hacíamos probar el mero macho ají, legado del abuelo Aurelio que nos hacía sufrir, con su sabor picante y también reír con sus historias de cuando era luchador. Tantas historias que contar, pero sin dudar, aprendí a amar la vida en la cocina de mi hogar.

También recuerdo los sábados con gran felicidad, pues a las 4:00 de la tarde después de jugar siempre pasaba Benito el heladero en su carro muy peculiar, “las nieves” así lo hacía llamar, para darnos postres y alegrar la tarde de todos los niños de la vecindad.